Galimatías. 25 de febrero de 2024
Ernesto Gómez Pananá
Desde hace poco más de una década, es posible conocer en televisión y plataformas, de la vida de La Reina del Sur, El Señor de Los Cielos, Pablo Escobar o Amado Carrillo.
Para el caso de nuestro país, las historias de enfrentamientos, territorios controlados o presencia tangible de narcotraficantes se sabían en Zacatecas, Guanajuato, Tamaulipas. Entidades del centro o del norte de México. Para Chiapas aquello eran escenarios ajenos.
La semana que concluye, otro suceso violento dio cuenta de que esa realidad ha cambiado. El narcotráfico -no haré apología señalándolos por nombre- tiene presencia en el estado, en cabeceras municipales, en la frontera pero también en la capital y en municipios metropolitanos, en caminos y carreteras y es una hiedra que crece, devora y contamina. Sobre el asunto, sin pretenderme especialista comparto tres reflexiones:
Normalización social.
Mis quince apreciades lectores y casi cualquiera en Chiapas conoce de casos de personas con estilos de vida no acordes a sus ingresos aparentes. Grandes casas, vehículos lujosos, viajes y consumos de altos vuelos. Solemos no cuestionar -no somos policías y a veces es mejor fingir que no se ve-, pero al tiempo y tal vez involuntariamente, terminamos conviviendo y asimilando a estos personajes, incorporándolos a ellos, a sus parejas, a sus hijos e hijas. El rumor está pero hacemos como que no lo escuchamos.
Normalización política.
Muy de la mano de la normalización social viene la normalización política: cualquiera de mis ya referidos lectores chiapanecos ha escuchado de los vínculos que personajes políticos de primera línea sostienen desde hace tiempo con diferentes cárteles del narcotráfico: se les permite, a los capos y sus tropas, transitar sin molestias, mover estupefacientes y migrantes, controlar plazas, cobrar piso e incluso imponer funcionarios o candidatos. Todo a cambio de recursos para financiar actividades políticoelectorales. Es sabido, son personajes públicos que sin pudor se promueven “para el siguiente cargo” con dinero manchado de violencia y sangre, personajes que llevan a cabo multitudinarios eventos para informar a la sociedad, publican libros (es un decir), encabezan batucadas y se mueven en fastuosos convoys de camionetas coon guardaespaldas. Personajes que celebran cumpleaños o bautizos -por decir algo-, y pasan por “gente decente” y de la “alta sociedad” pero que sotto voce se sabe que están coludidos con el narco. Hacer negocios gracias a la política es deleznable. Hacer política gracias al narco lo es mil veces más por la sangre que derraman alrededor.
Normalización de la violencia.
“No vayas por Frontera Comalapa”, hay retenes y toque de queda, “No pases por Villaflores”, la balacera lleva casi dos días.
Irónicamente, lo peor que nos puede pasar es acostumbrarnos a esta violencia y al mismo tiempo es imprescindible asumir que la fuerza con la que esta plaga crece y se enraíza no se modificará en seis meses ni seis años: veamos el ejemplo de Colombia. Casi treinta años para reencauzar el problema y controlarlo.
La paradoja es que buena parte de los “negocios” que se dejaron de hacer en Colombia, hoy se hacen… en México.
Oximoronas 1. Salvo tres o cuatro ajustes, el texto de hoy fue publicado en la columna del 16 de octubre de 2022, hace dieciséis meses. De entonces a hoy, Chiapas no detiene su descenso acelerado y vertiginoso en el abismo de la narco-normalización (acaso sería más apropiado llamarle “narco-resignación”). El panorama, seamos realistas y por una mínima vez, maduros y responsables: el panorama es desolador. Abramos los ojos y redireccionemos lo que haya que redireccionar. Por nuestros hijos. Por su futuro.
Oximoronas 2. Dos años del inicio de la invasión rusa a Ucrania. Putin, dictador y criminal de guerra. Davái Ucraina! Fuerza!
Oximoronas 3. La señora Ana Guevara continúa respaldando al dictadorzuelo Kiril Todoróv en la natación mexicana. Profundo el daño que causa la combinación de soberbia y deshonestidad. Sigamos nadando. Tarde que temprano las aguas tomarán su cauce. Ninguna “carrera”es infinita.